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En México le llaman “carcelazo”. Es el momento en que los presos se dan cuenta que perdieron la libertad, y que pasarán mucho tiempo encerrados.
Se trata de un proceso de angustia y estrés que puede causar problemas psicológicos y que en el caso de algunos líderes de narcotráfico, acostumbrados a una vida de lujo, poder y libertad absoluta, puede ser traumático.
Un ejemplo es Joaquín Guzmán Loera, "El Chapo", quien fuera uno de los capos más poderosos y ricos del mundo.
El gobierno de Estados Unidos, por ejemplo, le calcula una fortuna de US$14.000 millones.
Desde 2001, cuando escapó por primera vez de prisión, el capo fue clave para crear la organización de narcotráfico más poderosa de México.
Dentro del Cartel de Sinaloa a Guzmán Loera le decían "El General".
Ahora vive en una celda de 20 metros cuadrados en el Centro Correccional Metropolitano de Lower Manhattan, Nueva York.
Allí pasa 23 horas del día. Los celadores no le dirigen la palabra ni tampoco tiene permitido hablar con otros prisioneros.
El aislamiento causa estragos. Uno de sus abogados, Eduardo Balarezo, asegura que "El Chapo" padece una depresión profunda y empieza a sufrir daños psicológicos.
El capo, insiste, escucha ruidos inexistentes y sufre problemas de memoria.
La pesadilla
El "carcelazo" es un proceso complicado para cualquier detenido, dice Martín Barrón, investigador del Instituto Nacional de Ciencias Penales (Inacipe).
Sobrevivirlo depende de la historia personal de cada uno y de las condiciones de la cárcel donde se encuentren.
Quienes padecieron privaciones antes de ser detenidos, por ejemplo, eventualmente tienen más posibilidades de adaptarse al encierro.
Pero los que tuvieron comodidades o un estatus de poder el proceso suele ser más complejo. Es el caso de algunos líderes de carteles que se encuentran en prisiones de máxima seguridad.
"De buenas a primeras te encierran y la movilidad no es la misma, el poder que tenías fuera del espacio carcelario era enorme, te podías desplazar a donde quisieras y hacer lo que quisieras", explica Barrón.
Casi todos marcaron sus propias reglas. El poder en su organización era absoluto y en casos como Guzmán Loera o el exlíder del Cartel del Golfo Ezequiel Cárdenas Guillén, "El Mata Amigos", tenían incluso la admiración de miles de personas.
Algo difícil de perder. Cuando son detenidos buscan mantener su estilo de vida dentro de las prisiones, y para eso utilizan sus ganancias del narcotráfico.
A finales de los años 80, por ejemplo, Juan José Esparragoza Moreno, "El Azul", uno de los fundadores del Cartel de Sinaloa, salía algunos fines de semana de la cárcel donde se encontraba en Ciudad de México para cenar en restaurantes de lujo, asistir a centros nocturnos y bailar en cabarets.
Y durante su primer período tras las rejas (1993-2001) en el penal de máxima seguridad de Puente Grande, Jalisco, "El Chapo" organizaba fiestas privadas en su celda con bebidas y comida que le enviaban de restaurantes exclusivos de Guadalajara, capital del estado.
La segunda vez que fue arrestado consiguió que le autorizaran visitas diarias de abogados y familiares, lo que sirvió para planear su fuga de la cárcel del Altiplano en julio de 2015.
Esas facilidades se pierden en las prisiones de máxima seguridad, especialmente las estadounidenses.
Y eso perturba a los capos del narcotráfico.
Las voces
"Mucho muy inteligente". Así definió en 2005 la Procuraduría (fiscalía) General de la República (PGR) a Joaquín Guzmán Loera.
El perfil criminológico del capo lo define como una persona con marcado egocentrismo "de alta peligrosidad, que define claramente sus metas y la forma de alcanzarlas".
Un personaje tenaz, sin sentimientos de culpa y que se reconoce como "un líder de buenos sentimientos". También se le define como una persona mesurada en sus acciones de venganza.
Esta capacidad de organización le permitió encabezar la guerra contra carteles rivales para arrebatarles las rutas de tráfico en la frontera con Estados Unidos, y que causó la muerte a miles de personas.
Durante los 14 años en libertad tras su primera fuga de prisión, "El Chapo" asistía a restaurantes de lujo en Culiacán o Mazatlán, Sinaloa, los cuales cerraba para convivir tranquilamente con sus acompañantes.
Incluso organizó una gran fiesta para casarse con su actual esposa, Emma Coronel Aispuro.
Por eso el encierro de ahora le resulta infernal. Es una de las razones de sus problemas de depresión y ansiedad, dice su abogado.
"Tuvo muchas posibilidades de ser el centro de todo y eso es una seducción muy fuerte", le dice a BBC Mundo el escritor Elmer Mendoza, autor de varias novelas sobre el narcotráfico en Sinaloa.
"Después de una vida tan intensa sería interesante saber las voces que escucha", dice de Guzmán Loera.
"¿Son las voces de su familia, de sus hijas e hijos, de sus mayores, de sus abuelos, las personas que asesinó o las mujeres que amó? Sería interesante saberlo".
También La Tuta
Pero Joaquín Guzmán no es el único capo que sufre profundamente el "carcelazo".
Servando Gómez, "La Tuta", fue definido por la PGR como un personaje sumamente violento y aficionado a los reflectores.
De hecho el exlíder del cartel Los Caballeros Templarios, concedió entrevistas a medios internacionales como Channel 4 News y Mundo Fox.
Las imágenes del capo caminando tranquilamente por pueblos de Michoacán mientras repartía dinero eran comunes.
También lo eran sus reuniones con políticos, periodistas y jefes de policía, las cuales solía grabar en video.
Pero "La Tuta" fue detenido en febrero de 2015, y desde entonces permanece en la cárcel de máxima seguridad de El Altiplano.
El exprofesor de primaria sufre estrés profundo, lo cual le provoca problemas estomacales e insomnio según reportaron medios locales.
También se queja de que permanecía encerrado por 23 horas en su celda, virtualmente aislado.
El encierro parece haberlo transformado. En Youtube se difundió un video donde el capo participa en un torneo de ajedrez organizado en la cárcel.
"La Tuta" aparece en el escenario de un pequeño auditorio. Saluda amablemente a los internos y sobre todo a policías y funcionarios que asisten al evento.
El tono de su voz es humilde, radicalmente distinto a la forma soberbia y agresiva como aparecía en los videos que grabó cuando era jefe de Los Templarios.
¿Significa que empieza a rehabilitarse? Es difícil saberlo, dice Martín Barrón.
En el artículo "El Mito de la reinserción y el tratamiento penitenciario" el investigador advierte que aislar durante 23 horas diarias a los internos les puede causar daños físicos, pero sobre todo psicológicos.
Y eso es un arma de dos filos porque la rehabilitación de los criminales no se cumple, y en caso de que el desequilibrio se profundice estos eventualmente pueden salir de la cárcel.
"Una condición grave los vuelve inimputables y en esa condición legalmente no deben estar en prisión", subraya.
La alternativa es concluir su sentencia en un hospital psiquiátrico.
Pero en ese caso, insiste el especialista, el propósito central de su captura queda en el aire, pues el castigo por sus delitos no se cumple.
Y para muchos eso es, simplemente, inaceptable.
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