DIARIO EN DIRECTO
La pequeña localidad de Toa Alta, en el centro de Puerto Rico, estuvo justo en el medio del recorrido del huracán María.
El nivel de destrucción aquí es sorprendente. Prácticamente nada se mantiene de pie. Zapatos, platos y prendas de ropa están dispersos en el sitio donde alguna vez hubo casas.
José Nieves, de 30 años, y su familia evacuaron la zona justo antes del impacto de María en septiembre. Cuando volvieron días después, su peor pesadilla se había materializado: había perdido su casa.
"Yo la construí, poco a poco y era lo suficientemente sólida pero el huracán fue más fuerte de lo que nunca imaginé. Pensé que la casa lo iba a aguantar. Pero no, abajo se fue".
Nieves pasa la mayoría de sus días buscando agua limpia y leche para su hija de dos meses, Jocelyn.
Ocho semanas después del huracán, José y su familia están entre los millones de puertorriqueños que aún se recuperan de la tormenta y sus secuelas.
Es difícil creer que este es un territorio de Estados Unidos y que estas personas son estadounidenses.
Muchos en el territorio continental de Estados Unidos ni siquiera son conscientes de la responsabilidad legal que Washington, que está a cargo de Puerto Rico, tiene con los puertorriqueños.
¿De segunda categoría?
El presidente estadounidense, Donald Trump, fue criticado por tratar a la isla de una forma diferente a otras zonas de desastre en el territorio continental.
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Trump aterrizó en Puerto Rico dos semanas después del huracán y, en un evento, lanzó rollos de papel a un público que no tenía comida, ni agua ni electricidad.
Mientras esas imágenes se transmitían en las pantallas de televisión y por internet, la frustración se convirtió en rabia.
Al hablar con más gente, me di cuenta todavía más de que muchos en la isla sienten que no son parte de Estados Unidos y que son tratados como ciudadanos de segunda categoría.
La que encabeza este sentimiento es Carmen Yulín Cruz, la alcaldesa de la capital de la isla, San Juan. Poco después de que la tormenta azotara a Puerto Rico, Cruz se embarcó en una guerra de tuits con el presidente Trump sobre lo que consideraba como una respuesta débil a la crisis.
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A continuación, Trump describió a la funcionaria como "desagradable" y alegó que la isla estaba quebrada mucho antes del huracán.
Cuando le pregunté si el presidente se equivocaba al sugerir que Puerto Rico ya tenía problemas antes de María, me respondió: "Lo que es incorrecto es que un presidente que supuestamente es el comandante en jefe se convierta en un jefe del odio y se convierta en la persona que simplemente tuitea su odio. Eso es lo que es incorrecto".
En última instancia, cómo se sienten los puertorriqueños con respecto al presidente Trump no tendrá impacto en la permanencia en del mandatario en la Casa Blanca. Los isleños no pueden votar en las elecciones presidenciales, ya que el territorio no cuenta con votos en el colegio electoral.
Pero decenas de miles ya han huido al territorio continental tras la devastación causada por el huracán. Y allí sí pueden votar.
Para la mayoría de los 3,5 millones de puertorriqueños en la isla, se siente como si el tiempo se hubiera detenido. Los escombros podridos se pueden ver afuera de casi todas las casas, como si la tormenta hubiese acabado de pasar.
Hay preocupación de que las pilas de basura conlleven a una crisis de salud pública. Puede que la isla pertenezca al país más poderoso del mundo, pero sus ciudadanos carecen de las cosas más básicas.
En toda la isla, veo a docenas de personas: hombres, mujeres y niños recogiendo agua de manantiales abiertos y de las laderas de las montañas. Las autoridades han advertido sobre el consumo de esa agua, ya que puede estar contaminada.
Hay quienes se están lucrando de esta escasez. Hablé con un hombre que dijo que conoce de personas que están aprovechándose de los ancianos y discapacitados al venderles galones de agua potencialmente contaminada que recolectaron en estas zonas.
Todo esto ha llevado a muertes relacionadas con la falta de agua potable. La cifra oficial de fallecimientos tras el huracán es de 55, pero estas son las muertes que se han verificado con una autopsia. El alcalde de San Juan, sin embargo, dijo que el número podría ser tan alto como 500.
Desde el huracán, se han disparado los casos de leptospirosis, una enfermedad bacteriana letal que a menudo se transmite a través del agua contaminada.
Entonces, ¿qué está haciendo Estados Unidos para ayudar? Los puertorriqueños con los que hablé dicen que lo que hace no es suficiente. Me dicen que se han sentido descuidados por Estados Unidos durante décadas y que ahora la isla atraviesa una profunda crisis económica.
Durante la mayor parte del siglo XX, las compañías estadounidenses que se mudaron a la isla recibieron recortes fiscales significativos. Crearon empleos y se convirtieron en parte de Puerto Rico. Hace diez años, esos incentivos se acabaron y las grandes corporaciones abandonaron el territorio, llevándose cientos de miles de puestos de trabajo.
El desempleo masivo y décadas de préstamos excesivos solicitados por el gobierno local, han derivado en que Puerto Rico se enfrente a la bancarrota incluso antes de que María llegara. La isla le debe a Wall Street más de US$72.000 millones.
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La red eléctrica estaba en condiciones tan pobres que cientos de miles de personas vivían apagones con frecuencia. Mucha gente no tenía acceso a agua corriente limpia. El huracán ha expuesto aún más las dificultades que enfrenta esta isla.
Esta es una catástrofe que ha impactado a todos. Hasta el director en Puerto Rico de la Agencia Federal de Manejo de Emergencias de EE.UU. (FEMA, por sus siglas en inglés), Alejandro De la Campa, quien está a cargo de proveer asistencia tras el desastre, me dijo que no tiene electricidad.
"Esta es la respuesta más grande que ha dado FEMA en el Caribe, el evento más catastrófico en Puerto Rico y probablemente en Estados Unidos", dijo De la Campa.
Cuando lo cuestiono sobre las críticas dirigidas a FEMA por no haber reaccionado lo suficientemente rápido a las necesidades de los puertorriqueños, se defiende diciendo que su equipo continúa comprometido.
Muchos residentes en la isla me dijeron que ya prácticamente se resignaron al hecho de que puede que vivan sin electricidad hasta por un año. Reconstruir Puerto Rico es una tarea sin precedentes, y queda la pregunta sobre si aquellos designados para hacerlo están a la altura del desafío.
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