Cuando la primera ministra británica, la conservadora Theresa May, llamó a elecciones hace ocho semanas, Jeremy Corbyn era ampliamente considerado uno de los líderes más débiles de la historia del Partido Laborista.
Ridiculizado por miembros de su propia formación desde el inicio, no eran pocos los expertos que adelantaban que su candidatura le costaría escaños al laborismo.
Pero el resultado ha sido el contrario, y aunque es el Partido Conservador el que se impuso en las elecciones, a Corbyn lo rodea hoy un aura de ganador.
Es que los Tories no consiguieron la mayoría absoluta y no podrán, por tanto, formar gobierno por sí mismo, sin necesidad de coaliciones.
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Y por ello, el líder laborista ya pidió a May que dimita.
Además, el portavoz de Economía del Partido Laborista británico y 'mano derecha' de Corbyn, John McDonnell, anunció este viernes que su formación intentará formar un gobierno en minoría.
"No quiero ser despectivo pero creo que ella es una primera ministra de pega, no puede sobrevivir y varios parlamentarios conservadores están ya diciendo en privado que su posición es insostenible", le dijo a la BBC.
Pero el viento no siempre fue tan favorable para Corbyn.
Sorpresa tras sorpresa
De hecho, su elección como líder del Partido Laborista en septiembre de 2015, a los 66 años, fue una de las mayores sorpresas en la historia política de Reino Unido.
El veterano socialista y conocido defensor de causas controversiales, solo se había decidido a presentarse porque ninguno de sus amigos en la izquierda laborista quería hacerlo.
Sin embargo, hubo algo en el político barbudo y sin ínfulas que conectó con las bases del partido de forma que no lograron sus rivales.
Corbyn parecía capaz de inspirar a gente que había perdido la fe en el laborismo durante los años de gobierno de Tony Blair, primero, y de Gordon Brown después.
Y no solo ganó, sino que logró superar unas segundas elecciones internas convocadas por prominentes miembros de su partido para desbancarlo del liderazgo.
Así llegó a las elecciones generales tras una campaña sorprendente en la que logró aumentar sus índices de aprobación y estrechar la diferencia con el Partido Conservador en las encuestas, que estaba en los 20 puntos cuando la actual primera ministra, Theresa May, decidió adelantar los comicios.
Su estilo franco y su capacidad de conectar con las bases le favorecieron y eso se vio reflejado en el resultado.
Dada la diferencia inicial y que el objetivo de May era seguir ampliando su dominio parlamentario, cualquier resultado en el que el Partido Laborista no perdiera representantes iba a ser bueno.
Infancia de clase media
El pequeño de cuatro hermanos, Corbyn vivió una infancia idílica en un pueblo de la Inglaterra rural.
Aprendió sobre política en casa, donde frecuentemente se discutían temas de justicia social.
Sus padres, una profesora de matemáticas y un ingeniero eléctrico, eran activistas pacifistas que se conocieron en una manifestación en Londres en apoyo a los republicanos españoles contra el general Franco.
En 1974, fue elegido concejal de Haringey, en el norte de Londres, y se casó con otra concejal laborista, Jane Chapman.
Chapman dijo que se casó con Corbyn por su "honestidad" y sus "principios", pero se cansó de su intensa atención a la política.
En 1987, Corbyn se volvió a casar, en este caso con Claudia Bracchita, una exiliada chilena con la que tuvo tres hijos.
Corbyn y Bracchitta fueron figuras prominentes en la campaña por lograr la extradición a España desde el Reino Unido de Augusto Pinochet.
Según admitieron al diario The Guardian en una entrevista en 1999, la pareja acabó su relación en parte por una diferencia motivada por las convicciones del político.
Cuando al mayor de sus tres hijos le tocó estudiar en un liceo público de mal nivel académico, Corbyn se negó a enviarlo a un colegio fuera del distrito. Su madre, en cambio, insistió en inscribirlo en un mejor colegio en otro barrio de la ciudad.
Corbyn y Bracchitta se separaron en 1999.
En 2012, Corbyn se casó por tercera vez, en este caso con Laura Álvarez, una abogada mexicana de derechos humanos e importadora de café de comercio justo 20 años menor.
Corbyn habla español con fluidez y le gusta la literatura latinoamericana. Es vegetariano y no bebe nada de alcohol.
Enfrentado a Tony Blair
Corbyn fue elegido parlamentario en 1983 y desde entonces ha mantenido su escaño.
Tras perder las elecciones de ese año con el "programa más de izquierdas" de la historia, pasó "los siguientes 32 años en los asientos de atrás, peleando una acción de retaguardia contra el abandono de su partido de las políticas radicales y los valores […] en el nombre de la electibilidad", asegura Brian Wheeler, periodista de la BBC.
Nunca ha sido un político convencional. "No gasto mucho dinero, tengo una vida muy normal, me desplazo en una bicicleta y no tengo coche", ha declarado sobre su estilo de vida frugal.
No ha ido la universidad, algo que según él le ha permitido no tener "un sentido de superioridad" sobre las personas sin estudios.
"Alguna de la gente más sabia que conoces está barriendo las calles", ha dicho.
Corbyn "detestaba" que Blair (primer ministro entre 1997 y 2007) hubiera abrazado la economía de libre mercado y "siempre votó con su conciencia, en lugar de lo que dictaba el partido", explica Wheeler.
Esto le ganó la fama de ser el parlamentario más rebelde del laborismo.
Corbyn y sus camaradas proclamaron su solidaridad con campañas y gobiernos socialistas en Cuba, Chile, Nicaragua y El Salvador y atacaron el "imperialismo" de Estados Unidos.
Aunque marginado en el parlamento, su estatura y perfil fueron creciendo fuera de él.
Fue presidente de la Coalición Stop the War, que se creó contra la intervención británica en Irak y también figura clave del movimiento anti-austeridad.
Y aunque ni él mismo confiaba en su victoria cuando se presentó a la elección interna para suceder a Ed Miliband como líder laborista, ganó.
Durante la campaña por el referendo sobre el Brexit, Corbyn fue acusado de no defender con mucho ahínco la permanencia de Reino Unido en la Unión Europea y de no importarle demasiado que su bando perdiera en el referendo del 23 de junio de 2016.
Algunos parlamentarios vieron la oportunidad de obligarle a renunciar al liderazgo y Corbyn se enfrentó a una desbandada en su equipo, primero, y luego a un voto de confianza, que perdió.
Pero se negó a irse, señalando el enorme mandato que había recibido de los miembros del partido y destacando que en todas las pruebas electorales lo había hecho mejor de lo que muchos esperaban.
Por lo que Corbyn se volvió a presentar a la elección interna y fue reelegido en septiembre de 2016, tras lograr congregar a miles de personas en mítines en todo el país.
Su reelección reforzó su posición y cuando Theresa May convocó elecciones anticipadas para el 8 de junio, Corbyn aplaudió el anuncio como una forma de "dar a los británicos la oportunidad de votar a un gobierno que ponga primero los intereses de la mayoría".
Pronto se vio que Corbyn quería pelear la elección a su propia manera, como un candidato anti-establisment, dedicado a destronar un sistema "amañado" que favorece a las élites sobre la gente trabajadora normal, dice Wheeler.
"Le ha ayudado al Partido Laborista a redescubrir su esencia radical", escribe por su parte Ayesha Hazarika, la que fuera asesora de los laboristas Harriet Herman y Ed Miliband, en el diario británico The Guardian.
"Lo admito: estaba equivocada sobre Jeremy Corbyn".
Esa parece ser la sensación de muchos en Reino Unido el día después de elecciones.
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