Al menos 33 personas fueron halladas muertas este viernes en una cárcel de Roraima, en el norte de Brasil, a apenas cuatro días de que 56 presos fueran asesinados en una prisión de Manaos.
La matanza ocurrió de madrugada en la Penitenciaría Agrícola de Monte Cristo (Pamc), en Boa Vista, la capital de Roraima, según se especifica en un comunicado de la Secretaría de Justicia y Ciudadanía (SEJUC) del estado.
De acuerdo a agentes citados por el diario brasileño O Globo, la revuelta comenzó a las tres de la mañana. En el presidio había unos 1.500 reos y 15 funcionarios penitenciarios en el momento del motín.
Las autoridades aseguraron que la situación ya estaba "bajo control" para la mañana, y que el Batallón de Operaciones Especiales (BOPE) y agentes de la Policía Militar se encuentran en el lugar.
Uziel Castro, el secretario de justicia del estado de Roraima, le dijo a la BBC que detrás de la matanza se encuentra una banda de narcotraficantes.
Y es que las autoridades barajan la hipótesis, aún no confirmada, de que fue ordenada por la facción Primer Comando de la Capital (PCC), con base en Sao Paulo, después de que algunos de sus miembros fueran asesinados por orden de una organización rival en la rebelión de la prisión de Manaos.
Según un informe de 2012 del gobierno brasileño, PCC es la banda de narcotraficantes más grande del país, con ingresos anuales de US$32 millones por venta de drogas y 13.000 miembros presos en el estado de Sao Paulo, donde se originó.
Decapitados y descuartizados
Como en la matanza de la cárcel de Manaos, la madrugada de este viernes algunos prisioneros de la cárcel de Boa Vista decapitaron y descuartizaron a otros presos, y después amontonaron sus cuerpos en los pasillos de la prisión.
La de este viernes ha sido la tercera mayor matanza carcelaria de la historia de Brasil, por detrás de la que se registró el 2 de octubre de 1992 en la penitenciaría de Carandiru, en Sao Paulo — murieron 111 durante la rebelión y cuando la policía militar entró para controlarla— y la que tuvo lugar en Manaos entre el 1 y 2 de enero.
Esta última ocurrió en el complejo penitenciario Anisío Jobim de Manaos, la capital del estado de Amazonas y fallecieron en total 60 personas. También huyeron 87 reos durante el motín, de los que las autoridades han asegurado haber recapturado a 40.
Las autoridades creen que el suceso se debió a un enfrentamiento entre el PCC y la fracción Familia do Norte (FDN), aliada del Comando Vermelho (CV), organización criminal con gran poder en Río de Janeiro.
Y esa misma semana hubo dos muertos en una cárcel del estado de Paraíba, en el noreste del país.
En lo que va de año han muerto en este tipo de reyertas 95 personas, casi un 25% de las registradas durante todo 2016.
El sistema carcelario brasileño atraviesa una grave crisis, tal como lo ha reconocido el ministro de Justicia Alexandre de Moraes, con sobrepoblación, condiciones insalubres y enfrentamientos continuos entre bandas rivales.
Sobrepoblación
Según la Secretaría de Administración Penitenciaria del estado de Amazonas, en el penal de Anisío Jobim se encontraban detenidas 1.224 personas en el momento del motín, cuando la cantidad máxima de reos recomendada es de 454.
Y de acuerdo a las estadísticas más recientes del Ministerio de Justicia sobre la capacidad carcelaria, de 2014, había entonces en las prisiones brasileñas unos 622.000 reclusos, a pesar de que la capacidad máxima era de 372.000.
"La sobrepoblación y la falta de personal suficiente impiden que las autoridades penitenciarias mantengan el control dentro de las cárceles, lo que hace que los internos sean vulnerables a violencia y a las pandillas", denuncia la organización Human Rights Watch en su página web.
Y subraya que las condiciones de hacinamiento también afectan la salud de los internos.
Según los datos más recientes del Sistema Integrado de Información Penitenciaria (InfoPen) del Ministerio de Justicia, la prevalencia de la infección por VIH en las cárceles de Brasil es 60 veces mayor que en el resto de la población y la prevalencia de tuberculosis es casi 40 veces superior.
Ante estos problemas, la víspera de la masacre de Roraima el gobierno anunció un Plan de Seguridad Pública que prevé, entre otros aspectos, la modernización de las cárceles del país.
El propio presidente, Michel Temer, adelantó durante una reunión con sus ministros el jueves la construcción —aunque sin especificar fechas— de cinco nuevas prisiones federales destinadas a "líderes de alta peligrosidad".
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