Lo que está sucediendo en Birmania es "una tragedia humana que puede calificarse de limpieza étnica y crímenes contra la humanidad".
La acusación está contenida en una carta que 13 Premios Nobel y otros altos funcionarios dirigieron al presidente del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, haciendo un llamado desesperado al organismo para que actúe y evite un genocidio en el país asiático.
"Durante los últimos dos meses, una ofensiva del ejército birmano resultó en la muerte de cientos de integrantes de la minoría rohingya y el desplazamiento de más de 30.000 personas", afirma la misiva.
Los rohingya, originariamente de Bangladesh, son musulmanes. La mayoría de la población birmana es budista.
"Casas incendiadas, mujeres violadas, niños asesinados", mientras "crucialmente, se prohíbe el ingreso de ayuda humanitaria" , denuncia la carta firmada por, entre otros Premios Nobel, el arzobispo Desmond Tutu, Muhammad Yunus, Malala Yousafzai, José Ramos Horta y Oscar Arias.
El mensaje critica abiertamente a la premio Nobel de la Paz Aung Sang Suu Kyi, quien tras dos décadas bajo arresto domiciliario lidera ahora el gobierno de Birmania.
"A pesar de repetidos llamados a Aung San Suu Kyi estamos frustrados porque no ha realizado ninguna acción para asegurar los derechos y la ciudadanía de los rohingya. Suu Kyi es la líder del país y la primera responsabilidad de un líder es liderar con coraje, humanidad y compasión", señalan los Premios Nobel.
El partido de Suu Kyi ganó las elecciones de noviembre permitidas por los militares, pero por una prohibición legal no puede ocupar la presidencia. Su cargo es canciller y asesora de Estado, aunque es considerada como la líder de facto de Birmania.
Sin embargo, bajo la Constitución redactada por los militares, éstos siguen reteniendo el control de los ministerios del Interior, Defensa y Control de Fronteras.
Patadas en el pecho y bastonazos
Los abusos cometidos por el ejército birmano son patentes en un video divulgado el fin semana, en el que varios policías golpean brutalmente con patadas el pecho, bofetadas y bastonazos a jóvenes de una aldea rohingya forzados a sentarse en fila. También se ve a un militar pateando brutalmente a un joven en la cabeza.
La acción fue grabada por los propios policías en un celular el 5 de noviembre en la aldea de Koe Tan Kaui, en el estado de Rakáin, en el oeste de Birmania.
La versión oficial es que la policía fue informada de que allí se ocultaban integrantes del grupo responsable de un ataque a un puesto policial que dejó nueve policías muertos el 9 de octubre.
Las autoridades de Birmania detuvieron luego de la divulgación del video a cuatro policías, en una acción aislada, pero sin precedentes.
La oficina de Suu Kyi dijo en un comunicado que también actuarán contra otros miembros de los cuerpos de seguridad implicados en violaciones de los derechos humanos.
Pero algunos críticos señalan que se requiere una acción mucho más firme y generalizada por parte del gobierno si realmente tiene intenciones de poner fin al abuso de la minoría rohingya.
Persecución
Cerca de 50.000 integrantes de la minoría rohingya cruzaron la frontera para buscar refugio en Bangladesh desde el 9 de octubre, según informó el gobierno de ese país en diciembre.
Durante décadas los rohingya han sido perseguidos por el ejército de Birmania.
A pesar de vivir en Birmania durante generaciones, los rohingya siguen siendo tratados como inmigrantes ilegales.
En la década del 80 se les retiró el derecho a la ciudadanía, y aunque su origen étnico es bengalí, Bangladesh tampoco les reconoce ningún derecho.
En Birmania están sometidos a múltiples limitaciones, incluida la restricción de movimientos, se les niega acceso a salud y educación.
"Lanzar bebés a fogatas"
El gobierno birmano asegura que la ofensiva reciente es en respuesta al ataque del 9 de octubre contra un puesto policial. Las autoridades acusaron a miembros de la minoría rohingya de ser los responsables.
"Pero aún si eso fuera cierto, la respuesta militar ha sido groseramente desproporcionada", señala la carta de los Premios Nobel.
"Una cosa habría sido hacer una redada para buscar sospechosos, arrestarlos y llevarlos a juicio. Otra muy diferente es disparar desde helicópteros a miles de civiles, violar mujeres y lanzar bebés a fogatas".
La ofensiva del ejército es la más sangrienta desde 2012, cuando cientos de miembros de la minoría rohingya murieron en enfrentamientos con tropas birmanas luego de protestas por su opresión.
Entonces, más de 100.000 rohingyas fueron forzados a abandonar sus hogares y vivir en campamentos para desplazados.
"Igual que Ruanda"
Un informe de Amnistía Internacional en diciembre de 2016, basado en entrevistas con sobrevivientes y análisis de imágenes satelitales, asegura que las acciones de los militares de Birmania constituyen un crimen contra la humanidad.
Una testigo citada en el informe relata cómo el ejército llegó a su aldea y se llevó a sus dos hijos.
"Entraron a mi casa y obligaron a mis hijos a salir. Ataron sus manos y luego los golpearon brutalmente, los militares los patearon en el pecho. Yo misma lo vi, lloraba y un militar me apuntó un arma. Les rogué que pararan de golpearlos. La golpiza duró cerca de treinta minutos y luego se los llevaron", relató a Amnistía Internacional la madre, que no ha vuelvo a ver a sus hijos.
En su carta, los Premios Nobel concluyen señalando que "luego de Ruanda, los líderes mundiales dijeron 'nunca más'".
"Si no actuamos ante lo que ocurre con los rohingya, la gente morirá de hambre si no muere antes por las balas, y seremos observadores pasivos de un crimen contra la humanidad".
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