Un motín dejó 56 muertos en una prisión de Manaos, en el estado de Amazonas, en el noroeste de Brasil, según las autoridades.
El capellán del Centro Penitenciario Anisio Jobim dijo a medios locales que los disturbios comenzaron el domingo por la tarde, después de una pelea entre bandas rivales.
Según el secretario de Seguridad Pública del Estado, Sergio Fontes, las pandillas que operan dentro y fuera de la cárcel han estado luchando por el control del narcotráfico.
El funcionario calificó el hecho como "la masacre más grande" jamás cometida en una prisión del estado de Amazonas.
Durante la revuelta, seis cuerpos sin cabeza fueron arrojados sobre la cerca perimetral del penal.
La violencia terminó el lunes, 17 horas después, según la policía, cuando los internos entregaron sus armas y liberaron ilesos a los últimos 12 guardias que habían tomado como rehenes.
Según informes, algunos reclusos escaparon.
Fontes agregó que el enfrentamiento parecía ser un mensaje de la Familia del Norte, una poderosa pandilla local, para sus rivales del Primer Comando de la Capital (PCC), una de las bandas más grandes de Brasil, cuya base está en Sao Paulo, en el sureste.
"Durante las negociaciones, los prisioneros casi no tenían demandas. Su única petición era no ser maltratados por los policías cuando llegaran", dijo Fontes a la radio local Tiradentes.
"Creemos que ya habían hecho lo que querían: matar a los miembros de la organización rival y obtener la garantía de que no serían golpeados por la policía", comentó,
Sobrepoblación
La cárcel Anisio Jobim tiene capacidad para 454 presos, pero se cree que alberga a casi 600. Las últimas cifras disponibles, que datan de octubre, sugieren que había 585 internos.
Brasil tiene la cuarta mayor población carcelaria del mundo.
Hay unos 600.000 presidiarios y la superpoblación es un problema serio.
Las peleas entre bandas rivales a menudo causan decenas de internos asesinados y, a veces, desmembrados.
Los miembros de pandillas detrás de los disturbios frecuentemente provienen de Río de Janeiro y Sao Paulo, y han sido trasladados a prisiones en estados remotos para desarticular a las bandas.
Sin embargo, el número de disturbios en estos estados parece indicar que esta estrategia no ha funcionado según el plan, dicen los corresponsales.
En octubre, al menos 25 prisioneros murieron en una cárcel de Boa Vista, en el estado de Roraima, y siete jóvenes también murieron en un motín en Caruaru, en el estado de Pernambuco.
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